Crecimiento: más cautela que celebración
Rodrigo Aravena González Economista Jefe – Banco de Chile
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Rodrigo Aravena González
El inicio de 2024 ha sido muy auspicioso en materia de crecimiento. Si bien se esperaba una recuperación tras la recesión ocurrida en parte de 2022 y 2023, los datos han mostrado un dinamismo mayor al esperado. Ha sido tal la magnitud de la recuperación que, en solo un mes, la proyección de crecimiento para 2024 aumentó desde 1,7% a 2,5%, de acuerdo con la Encuesta de Expectativas recientemente publicada por el Banco Central.
Es inusual que en un período tan corto exista un ajuste tan pronunciado en proyecciones de actividad. Todo ello en un contexto donde el país creció 0,2% en 2023, logrando evitar una caída del PIB que se esperó durante todo el año. Es indudable que estos antecedentes constituyen una buena noticia. Sin embargo, debemos tomarlos con mucha cautela y evitar conclusiones apresuradas y demasiado optimistas. Veamos por qué.
“Crecer al 2% no solamente nos aleja del desarrollo, sino que amplía la brecha con los países desarrollados. Definitivamente no hay tanto para festejar”.
Para partir, es fundamental tener en consideración que Chile experimenta una recuperación cíclica, tras el ajuste macro post pandemia. Más allá de la discusión sobre si el país tuvo o no recesión en 2023 (dado que el PIB creció, aunque sea poco, pero creció), lo concreto es que el consumo de las personas cayó 5,2% en el año, tras haber retrocedido por seis trimestres consecutivos.
Asimismo, si bien la inversión tuvo una menor caída (1,1%), no deja de ser preocupante el deterioro que presentó desde mediados de año, con una contracción del gasto en maquinarias y equipos de 9,1% el cuarto trimestre. Es más, el nivel de PIB del cierre de 2023 es sólo 5,7% superior al del tercer trimestre de 2019 (cuando ocurrió la crisis social), lo cual es equivalente a un crecimiento promedio cercano de solamente 1,4% por año.
Mirando en perspectiva, se deben tener en consideración diversos aspectos relacionados con la composición y calidad del crecimiento y sus implicancias de mediano plazo. En ello hay que prestar especial atención a las perspectivas de inversión, ya que sus principales determinantes no permiten anticipar una recuperación al menos los próximos trimestres.
En esta línea, el Informe de Política Monetaria (IPoM) de marzo muestra que pese al aumento en las proyecciones de PIB para 2024, se estima una caída de 2% en la inversión, componente que incluso presentaría un deterioro en relación a 2023. Adicionalmente, el reporte reveló una reducción en la estimación de crecimiento para 2025, convergiendo a cifras cercanas a 2%. Esto resulta consistente con un escenario donde la aceleración de inicios de año sería principalmente cíclica y transitoria.
Saliendo de la discusión coyuntural de las últimas cifras, no puedo dejar de expresar una preocupación por las cifras de crecimiento de largo plazo de nuestra economía, las cuales al parecer hemos normalizado en torno a 2%. Pero, ¿qué significa que Chile crezca 2% de manera permanente? Entre otras cosas, es seguir creciendo más lento que el mundo y apenas cubrir el crecimiento de la población. No deja de ser preocupante, por ejemplo, que creceríamos a un ritmo similar a EE.UU., país que, además de cuadruplicar nuestro ingreso per cápita, tiene un menor crecimiento de la población. En otras palabras, crecer al 2% no solo nos aleja del desarrollo, sino que amplía la brecha con los países desarrollados. Definitivamente, no hay tanto para celebrar.